En su entretenida e interesantísima comunicación, explicó las reglas del juego económico. El modelo económico de suscripción conocido como “bid deal”, de compra consorciada, aparentemente permite a las bibliotecas adquirir muchas publicaciones a un mejor precio, además que les permite negociar con los editores unas mejores condiciones de compra. Pero las obliga a pagar por algo que no saben si será lo suficientemente bueno como para utilizarlo, sin olvidar de que están financiando a la editorial al pagar por adelantado, los editores dejan de correr riesgos, trabajan sobre seguro. El OA ha abierto nuevos modelos económicos, y algunos de ellos preocupan al ponente, específicamente el del “Author pays”, en donde si la biblioteca deja de pagar, continúa pagando la institución (el autor no suele pagar de su bolsillo), es decir, se continúa financiando a la editorial. Y si el artículo es rechazado, lo que ya se ha pagado, ¡se pierde! Considera que el OA es una buena alternativa para las publicaciones nuevas que quieran darse a conocer como PLoS. Esto por un lado. Por el otro están los repositorios que no son precisamente baratos de crear o mantener, especialmente cuando se ha de convencer a los autores para que depositen en ellos, como the Depot. Menciona uno de los argumentos esgrimidos por los editores: muchas publicaciones en OA no son de calidad (una vez una publicación en OA quizo reclutarle como editor a cambio de publicarle “cualquier” artículo suyo sin revisión por pares y sin coste alguno)… y es así como se llega a la raíz del problema ¿qué se está pagando?
En enero del 2009 se publicó el informe que revolucionó a los editores ingleses. Escrito por el economista australiano John Houghton, el ponente y otros colaboradores, presenta datos económicos que demuestran que el erario público británico puede ahorrarse hasta 100 millones de libras si las revistas académicas publicasen en acceso abierto. La enojada respuesta no se hizo esperar, los editores comerciales tacharon el informe de ser antieditorial, de que el informe contenía errores, que los investigadores no contactaron con ellos. Lo que los editores no mencionaron es que los autores del informe sí contactaron con ellos, pero no obtuvieron la información solicitada por ser ésta “confidencial”. Además, ya que los editores han encontrado errores en el informe, que digan el qué… no lo han hecho.
Grelda Ortiz
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